Leyendas de lagos y dragones en el Milanesado y en Cataluña

Dragón Tarantasio

Leyendas y realidad pueden a veces coincidir: hasta mediados del Pliocene, la Llanura Padana no fue sino un Golfo del Mar Adriático, lo que explica por qué en estas mismas tierras han sido numerosos los hallazgos de fósiles prehistóricos, tales como esqueletos de ballena, peces y moluscos, que las poblaciones medievales a menudo interpretaban como pruebas de brujería y seres mágicos.

Hipotético mapa del lago Gerundo comparado con la topografía actual

Crónicas de la época e investigaciones científicas nos confirman que, en la Edad Media, en los territorios aluviales de la Llanura Padana del suroeste, entre las actuales provincias de Milán, Lodi y Cremona, existía un vasto pantano de aguas estancadas, el Lago Gerundo. Era un ambiente inhóspito, azotado por el paludismo y un aire insalubre que sólo en contados casos los humanos se arriesgaban a frecuentar. Como ocurre a menudo, la fantasía popular pobló sus aguas de seres fantásticos y monstruosos, entre los cuales destaca el gigantesco dragón Tarantasio, cuyo mal aliento habría sido la causa de pestes y muertes en las cercanías del lago. Ello podría relacionarse con las emisiones de gas metano debidas a la putrefacción de materia orgánica.
Un enorme hueso, posiblemente de ballena prehistórica, que el pueblo atribuía al espantoso dragón, aun se encontraba hasta finales del siglo XVIII en la iglesia de San Cristoforo (=Cristóbal) en Lodi. Según cuenta la leyenda, fue el mismo San Cristoforo quien mató con su lanza sagrada el terrible monstruo el 31 de diciembre del año 1229. En realidad la desaparición del lago y sus efectos insalubres se deben a las obras de bonificación llevadas a cabo a partir de 1220 por los monjes de las Abadías lombardas con la creación, entre otros, de la red de canales actual. Sin embargo sus tenebrosos mitos han quedado hasta hoy en la memoria popular.

Zarapitos, patos, correlimos y cigueñüelas en un humedal del Moso Cremasco

Residuos del Lago Gerundo se encuentran en la estupenda cuenca del “Moso Cremasco”, cerca de la ciudad de Crema, verdísima extensión de campiñas, acequias y pastizales y en el pequeño lago Scuro de Stagno Lombardo, a unos pocos kilómetros de Cremona. Ambos lugares brindan interesantes ecosistemas naturales con una vegetación exuberante, refugio de aves acuáticas.
Alrededor del antiguo lago florecen poblaciones donde la inconfundible atmósfera “llanera” va unida a la riqueza monumental y artística propia de Lombardía. El casco histórico de Crema, las fortalezas renacentistas de Pandino y Soncino, la Abadía de Cerreto, entre otras, se convierten en una grata sorpresa para el visitante.
Asimismo, el Museo de Historia Natural de Milán cuenta con restos y objetos paleontolontológicos y prehistóricos procedentes de esa comarca.

Dragón de Banyoles

Una historia parecida a la del lago Gerundo la encontramos en Cataluña, al norte de la provincia de Girona, camino de los Pirineos, en la acogedora ciudad de Banyoles, situada a orillas del atractivo estany o lago homónimo, cuyo microclima benigno explica la bonanza de la vegetación y los cultivos aledaños. La población y sus entornos atesoran vestigios románicos, góticos y renacentistas que merecen una visita: iglesias, monasterios, palacios y una antigua tintorería de lana.

Banyoles y su lago

Cuentan antiguas leyendas, que las tranquilas aguas del estany eran habitadas por un viejísimo dragón, que en la Edad Media aterrorizaba la comarca, sembrando fuego y muerte en los territorios lindantes. Las desesperadas poblaciones pidieron ayuda a Carlomagno y sus paladines, llegados a tierras españolas para tomar la ofensiva contra las huestes árabes. Sin embargo, ante la fuerza desmesurada y la reacción del monstruo, el Emperador y los suyos tuvieron que escapar apresuradamente. Fue un monje francés, San Emeterio, hombre menudo, también al séquito de las tropas galas, quien decidió afrontar solo el peligroso dragón. Cuando la bestia emergió de las aguas, fue acogida con plegarias, rezos y cánticos ininterrumpidos que aflojaron totalmente su agresividad y fiereza, hasta el punto que el dragón acabó siguiendo al pobre monje hasta la plaza de Banyoles, para regresar luego, completamente amansado, al fondo del lago, donde aún vive, protegiendo las aguas y a sus habitantes. Quizás se haya vuelto tímido porque, desde entonces, nadie más ha vuelto a verlo…
Por el contrario, el valiente santo se quedó en la comarca donde fundó el monasterio de San Esteve en Banyoles y desplazarse luego a vivir como ermitaño en una cueva en el medio de oscuras y espesas selvas.
También Banyoles dispone de un museo de Historia Natural y uno Arqueológico, donde, entre otras piezas, se halla parte del cráneo de un hombre prehistórico de hace 80.000 años.


Nando Pozzoni